Concilio de Trento: nada insólito, nada profano, nada deshonesto.

Cuando el luteranismo se convirtió en una realidad, la Iglesia Católica tuvo que reaccionar. El Papa Pablo III convocó el Concilio de Trento en 1543 apoyado por el emperador Carlos V, I de España. En su Sesión XXV, la última, se analizaron las imágenes y cómo debían hacerse, dando lugar a un cambio en la Historia del Arte. De esta forma, marcar la diferencia entre imagen e ídolo se antojaba primordial, pero, si hablamos de diferencias, la más grande fue establecida con una triple negación: desde entonces no se podía representar “nada insólito, nada profano ni nada deshonesto”. Con esto, en opinión de la autoría conjunta de Los realismos del Barroco, libro de referencia a la hora de redactar este artículo, “se abría el camino, al menos en la teoría, a una corriente “vanguardista” muy novedosa en el panorama artístico” (Caba, García, Soriano, Parras, & Pérez, 2018, pág. 37).

Nada profano

Cuando hablamos de nada profano nos estamos refiriendo a que la imagen no puede mentir. El ejemplo dispuesto por nuestro libro de cabecera lo encontraremos en el Museo del Prado: El descendimiento, de Rogier Van der Weyden. En esta obra maestra del S. XV, María aparece desmayándose. El autor usa este recurso para decirnos que María está sufriendo lo mismo que su hijo y, además, para darle al cuadro una acción jamás vista anteriormente… Pues se acabó. Tras el Concilio de Trento, se desaconseja pintar a María desmayándose porque ella estuvo firme según la Biblia.

Nada insólito

¿Sabéis de esos memes basados en las imágenes medievales? Pues en el Concilio de Trento también se dieron cuenta. Y no les gustaba, claro. Así que decidieron que de ahí en adelante las imágenes raras no tenían sitio en nuestras colecciones. El ejemplo que ponen en nuestro libro es una imagen de la Trinidad con un cuerpo, pero tres cabezas. Es cuanto menos confuso.

Nada deshonesto

Ya se sabe que la mujer del César no sólo tiene que ser buena sino, además, aparentarlo. Algo parecido sucedió con la imagen: no sólo tenía que ser sincera y “normal”, también tenía que ser conveniente. Para ello las imágenes tenían que tener, sobre todo lo demás, decoro. Es a esto a lo que se refiere el Concilio cuando habla de deshonestidad. Así fue como se vetó el desnudo, entre otras cosas. De hecho, el desnudo y “todo aquello que contuviera una belleza provocativa que corrompiera la finalidad devocional y pedagógica de la imagen” (Caba, García, Soriano, Parras, & Pérez, 2018, pág. 41).

Las consecuencias del Concilio de Trento

El Greco

¿Sufría el Greco cuando le decían cómo hacer las cosas? Bueno… Nos lo imaginamos escuchando las indicaciones como el que oye llover. En cualquier caso, sí que fue un hombre censurado. En el Escorial recibió el encargo de El martirio de San Mauricio, del que, como recogen Urquízar y Cámara, Sigüenza dijo: “(…) Y tras esto (como dezía en su manera de hablar nuestro Mudo) los Santos se han de pintar de manera que no quiten la gana de rezar en ellos” (pág. 287).

Esto también hizo que el episodio de la lactancia en Egipto no se narrase. Volviendo a Los realismos en el arte barroco, estas indicaciones –cuando no prohibiciones- no impidieron que “el Greco, haciendo gala de la libertad de pensamiento que le caracteriza, pintase la escena para el Hospital de Tavera” (pág. 42).

Carracci y Caravaggio tras el Concilio de trento

Cuando quedaban tres años para el final del Concilio, en 1560, nació en Bolonia (Italia) Annibale Carracci. Once años más tarde lo haría Michell’Ángelo Merissi, más conocido como Il Caravaggio. Carracci fue el pintor de su tiempo más venerado por la Academia, ciñéndose a los cambios impuestos por el Concilio, pero adaptándose a los tiempos en los que vivía. En el Museo del Prado podemos ver La asunción de la Virgen, fechado hacia 1587. Si bien vemos que hay ciertas notas de naturalismo, no es menos cierto que María está idealizada, siendo de lo más conveniente, de lo más decorosa.

Caravaggio, por su parte, pintó La muerte de la Virgen. Tal y como recogen Cámara y Carriò-Invernizzi, Giovanni Baglione dijo que Caravaggio “había pintado la Virgen con poco decoro, hinchada y con las piernas descubiertas” (pág. 36). Razón de más para que los carmelitas rechazaran la obra, que se puso a la venta posteriormente. Fue Rubens, que algo sabía de esto, quien le dijo al Duque de Mantua que la adquiriera. Nos lo imaginamos diciendo: “Seguro que en el futuro se revaloriza”.

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Bibliografía

Caba, V. S., García, P. M.-B., Soriano, A. S., Parras, A. P., & Pérez, J. P. (2018). Los realismos en el arte barroco. Madrid: Editorial Universitaria Ramón Areces.

Herrera, A. U., & Muñoz, A. C. (2017). Renacimiento. Madrid: Editorial Universitaria Ramón de Areces.

Muñoz, A. C., & Carrió-Invernizzi, D. (2016). Historia del Arte de los Siglos XVII y XVIII. Redes y circulación de modelos artísticos. Madrid: Editorial Universitaria Ramón Areces.

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